Dentro de la llamada "hipótesis de la simulación", hay tres teorías que la sustentan, tal y como explica Ezra Klein en un artículo reciente:
- La fracción de civilizaciones que llegan a un nivel posthumano es muy cercano a cero; o
- La fracción de civilizaciones posthumanas interesadas en realizar simulaciones del pasado es muy cercana a cero; o
- La fracción de personas con nuestro tipo de experiencias que vive en una simulación es muy cercana a uno.
Esto se conoce como el "trilema de Bostrom", quien ha tratado con esta teoría en mayor profundidad. Elon Musk estaría defendiendo el tercer argumento. Según él, si en cuarenta años hemos podido llegar del Pong a videojuegos con un altísimo nivel de realismo y estamos adentrándonos en la realidad virtual como forma de entretenimiento, ¿cuáles son los límites de aquí a un siglo o a dentro de diez mil años? (Que, remarca Musk en su argumento, es una fracción muy reducida en la escala evolutiva).
Uno de los argumentos preferidos de los apologistas de esta teoría es que la mejor forma de poder estudiar antropología es, precisamente, mediante simulaciones y/o experimentos mentales. Muchos antropólogos harían lo que fuese por poder estudiar una sociedad que fuese creada desde cero. Si en el futuro, las posibilidades de extinción de nuestra especie se incrementan cerca de uno (en una escala de cero a uno), es muy probable que poner en marcha este tipo de experimento tecnológico sea la única forma de averiguar cuál es la forma correcta de afrontar problemas evolutivos o eventos de extinción y crear una suerte de "plan de contingencia" en caso de que esto ocurra. Puede ser desde el nivel de dióxido de carbono en la atmósfera, un cometa estrellándose contra la Tierra, al abuso de antibióticos o de un determinado tipo de dieta.
El problema de esta teoría filosófica, que resulta una especie de "neohegelianismo", reemplazando a Dios por una inteligencia artificial y/o una computadora cuántica; es que es muy difícil de probar, por no decir imposible. Uno de los motivos es el riesgo de que quien realice la simulación haya limitado la falsabilidad de la misma para mantener el experimento. Por otra parte, aunque el experimento fuera diseñado permitiendo que los sujetos del mismo pudieran alcanzar consciencia propia del mismo, ¿cómo probarlo?
Uno de los métodos propuestos es comprobar si existen predictibilidad o repetición en determinados elementos: como forma de ahorrar en procesamiento de datos, algunos elementos deberían repetirse o seguir una rutina. Sin embargo, en una simulación totalmente compleja, es posible que esto no suceda y el código de la misma se autoreprograme para que el mundo simulado cree infinitas variables: eso es lo que explicaría la dificultad de hallar dos seres completamente iguales. Incluso es difícil, por no decir imposible, encontrar objetos exactamente iguales, incluso creados por el hombre.
En conclusión, seamos o no parte de una simulación y por estimulante que resulte el debate, no tenemos más remedio que vivir aceptando la idea de que no lo sea, de que somos responsables de nuestros propios logros y fracasos como civilización y especie. Si ganamos o no el juego de la evolución, puede que nunca lo sepamos.