¿Es hora de una nueva revolución del trabajo?





3 de enero de 2017



El sistema económico y social en el que vivíamos en el siglo XX se derrumba. Es un hecho. La época en que una persona con un trabajo fijo podía conseguir sustento para sí y para su familia es cosa del pasado. La cuestión es: ¿estamos preparados para una sociedad en la que dedicar la mayor parte del tiempo a trabajar sea una excepción y no la regla? ¿Cómo puede sobervivir una sociedad en donde el trabajo sea un bien escaso?





En la Edad Media, los plebeyos contaban con un único día libre a la semana. En las sociedades católicas, ese era el Domenicus, el "Día del Señor", actualmente denominado domingo. Todavía hoy es habitual que ese sea el día de descanso por defecto para la mayor parte de trabajadores. No obstante, en el siglo XX muchos trabajadores "de cuello blanco", aquellos empleados en el sector público y dentro del sector servicios cuyo trabajo no es de cara al público, demandaron un día adicional de descanso. Y lo cierto es que su lucha tuvo fruto: nacía el "horario de oficina", ocho horas de trabajo, cinco días a la semana. Habitualmente, del primer al quinto día de la semana. Gracias a ello, la mayor parte de trabajadores hoy dispone del "fin de semana" libre para descansar y (lo que importa al Estado en la ecuación de la renta), consumir. Además, hay un ahorro importante de energía y el encarecimiento del petróleo difícilmente podía sostener una sociedad en la que se trabajasen seis días a la semana.


Y aquí nos encontramos ahora, a principios del siglo XXI, con una sociedad en la cual hay tanta gente demandando trabajo y tan poco trabajo remunerado, que el valor del trabajo se ha reducido de forma que para la gran mayoría de personas un trabajo ya no basta para sostener a una persona. Es más, ni siquiera llegar para sustentarse a sí mismo. En EEUU, casi la mitad de las personas en edad de trabajar tiene derecho a y necesita de cupones de comida. En Finlandia, muchos desempleados prefieren no trabajar porque hacerlo supone una rebaja en su nivel de ingresos. En España y Polonia, tan sólo uno de cada veinte contratos es indefinido y a tiempo completo, son los reyes del "trabajo basura". No estoy hablando del Tercer Mundo ni de sociedades en desarrollo, sino de las sociedades que consideramos el culmen en cuanto a calidad de vida. ¿Qué le pasa al mundo?


La respuesta es que la automatización y el desarrollo tecnológico están haciendo que cada vez sea necesaria menor intervención humana para ofertar los mismos productos. No hablemos ya de lo que se viene: la robotización amenaza nada menos que casi a la mitad de los trabajadores en una frontera de menos de dos décadas. Los políticos actuales buscan fomentar el "pleno empleo", sin darse cuenta de que incluso si fuera posible (la mayor parte de países desarrollados ya está en una situación de pleno empleo técnico, es decir, a tope de su propia capacidad), ¿cuál es el coste? El valor del trabajo se devalúa a medida que se incorpora gente al mercado de trabajo desde la crisis de 2008. Las empresas cada vez tienen menos incentivos a pagar por la fuerza de trabajo que reciben y la muestra está en la cantidad de "becarios" o "pasantes" que cuentan las empresas para cubrir los puestos más bajos del escalafón. En muchos sectores y países, no hay más remedio que trabajar gratis una temporada para poder acceder al mercado de trabajo "serio".


La solución a todos estos dilemas pasa, en cambio, por la teoría del reduccionismo, la cual ya mencioné en su momento al hablar de Zeitgeist Addendum. Según esta teoría, es necesario "rebajar" nuestro consumo para poder contar con una sociedad autosustentable. Una forma de lograr ese objetivo es reducir la jornada laboral: menos trabajo supone una menor renta y un menor consumo, ya sea por parte del individuo pero también por parte de la empresa para la cual trabaja. Esta es la revolución del trabajo que necesitamos: un fin de semana de tres días.