¿Estamos en el principio de una Era Ciberpunk?
La respuesta a esta pregunta es un pensamiento que no deja de ser inquietante, pero que considero una reflexión interesante. Los paralelismos que se encuentran en este subgénero son con mayor frecuencia una realidad.
El subgénero ciberpunk de la ciencia-ficción se hizo popular en los años ochenta del siglo XX, aunque es disputado su origen y de hecho se confunde con otros subgéneros de la ciencia-ficción como el steampunk o el dieselpunk. Aunque éste es un debate interesante que tal vez plantee en el futuro, en este momento no estoy particularmente interesado en profundizar en él. Lo que sí me interesa es la definición dada al subgénero por el editor del fanzine Nova Express, Lawrence Pearson:
«Los personajes del ciberpunk clásico son seres marginados, alejados, solitarios, que viven al margen de la sociedad, generalmente en futuros distópicos donde la vida diaria es impactada por el rápido cambio tecnológico, una atmósfera de información computarizada ubicua y la modificación invasiva del cuerpo humano.»
—Notas hacia un Manifiesto de Postciberpunk, por Lawrence Pearson (1998)
Aunque esta no es la única definición del subgénero, la he elegido porque se centra en describir los elementos característicos de la sociedad que se refleja en estas obras, que es lo que busco para este artículo. Con lo cual, si queremos saber si nuestra sociedad refleja el estándar del subgénero ciberpunk, debemos fijarnos en si estos elementos están presentes en ella.
La primera pregunta de rigor es: ¿sufre nuestra vida diaria el impacto del rápido cambio tecnológico? En este artículo hallamos un indicio: las patentes relacionadas con la informática se han incrementado de 1998 a 2008 en un 4.861% en China, el líder tecnológico indiscutible en estos momentos (al menos si atendemos a la cifra de investigaciones y patentes). Dado el poder exportador del gigante asiático no me cabe duda de que hay un cambio tecnológico indudable. Tanto es así, que se está dando una situación en la que aquellos que no son capaces de sostener el aprendizaje y asimilación de este cambio están pasando a ser considerados “ciberanalfabetos” y de la creación de una “brecha digital” entre aquellos que poseen el dominio de las nuevas tecnologías y los que no.
La segunda pregunta a resolver es: ¿existe esa atmósfera computarizada ubicua de la que habla Pearson? La respuesta también es afirmativa en este caso. Si se habló de Web 2.0 al introducirse las redes sociales en Internet, que permitieron una red más interactiva, la Web 3.0 es la llamada “Internet de las cosas”, caracterizada por la interconectividad de todos los dispositivos tecnológicos a nuestro alrededor. La automatización de tareas que permiten los nuevos desarrollos tecnológicos tiende a buscar una mayor eficiencia. Sin duda nos encontramos ante un mundo en que cada vez más objetos se encuentran conectados en red, intercambiando datos.
La tercera característica de la que habla Pearson es de la “modificación invasiva de nuestro cuerpo”. En este sentido, no tengo más que remitirme a la tendencia radical al perfeccionamiento del cuerpo conforme a los cánones estéticos mediante operaciones de cirugía. Hasta el punto de que comienza a hablarse sin tabúes de un grave aumento de casos de adicción a la cirugía estética. Sin embargo, esto es sólo el primer paso hacia lo que vendrá. El biohacking busca la optimización de cuerpo humano a través de la ciencia. Sin embargo, seguramente no era la clase de modificación que tenía en mente Pearson u otros autores de ciencia-ficción ciberpunk. Lo que seguramente sí tenían en mente es la fusión de hombre y máquina: el ciborg. Pues lo cierto es que gracias a los adelantos en medicina, informática y la introducción de la Internet de las Cosas de la que hablé más arriba, los primeros ciborgs ya están presentes en nuestra sociedad. Una muestra de cómo esto se está haciendo cada vez más habitual en nuestra sociedad es la película de 2007 “Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis”, en la cual los protagonistas son veteranos de la Guerra de Irak que tras ser heridos en combate necesitan del uso de prostéticos, y deben luchar por la aceptación social en su nueva condición de ciborgs al regresar a casa.
Uno podría argumentar que la presencia de estos tres simples elementos no convierten a nuestra sociedad en una sociedad ciberpunk como la de la ciencia-ficción. Las obras ciberpunk a menudo muestran más a menudo gobiernos o Estados minimizados por megacorporaciones, cuando estas no son las que directamente gobiernan sobre los individuos. Sería ingenuo decir que esto no ocurre ya en el mundo actual. De hecho, la organización sin ánimo de lucro Wikileaks ha venido informando acerca de los tres tratados que prácticamente convertirían esta idea en un hecho consumado.
En conclusión, no me cabe la menor duda de que la Era Ciberpunk ha comenzado ya. Una vez más, los pensadores del pasado se han adelantado en prevenirnos de un ominoso devenir de la sociedad si la tecnología se usaba de una forma agresiva por parte de corporaciones sin coto a sus actividades. No obstante, hay esperanza. Si conseguimos que los seres humanos y no el mercado se conviertan en el centro del desarrollo tecnológico, todavía es posible que las peores pesadillas distópicas sean mera ficción.