El origen de la distopía






Al hablar del origen del subgénero distópico, a menudo Aldous Huxley y George Orwell son citados como padres del mismo. No obstante, aunque las obras de ambos autores (“Un Mundo Feliz” y “1984”, respectivamente), consolidaron el género, no son en sentido estricto las que lo iniciaron.

Existe una cierta controversia al respecto. Una parte de los intelectuales señala “Los Viajes de Gulliver” como opera prima de este subgénero. Sin embargo, opino que esta consideración es errónea, por varios motivos. En primer lugar, porque no se trata de una obra de ciencia ficción. Las sociedades que Jonathan Swift presenta no están sujetas a la ciencia en su desarrollo. Todas aquellas diferencias respecto de la sociedad occidental de la época son presentadas sin una justificación lógica o científica, ni siquiera tentativa. La obra pertenece, por tanto, al género de la fantasía o, si se quiere, a la ficción especulativa. En segundo, lugar, la obra no presenta una sociedad futura, sino más bien sociedades alternas. En cierto modo, considerando las críticas que Swift hace de Inglaterra por boca de Gulliver, podría decirse que la única distopía es la propia sociedad isabelina.

Las otras obras que con más certeza inauguran el subgénero distópico son, por una parte “El Talón de Hierro”, de Jack London, y por otra “Nosotros”, de Yevgeni Zamiatin. Cronológicamente, la obra de London es la primera en ser publicada y por tanto este debería ser, con propiedad, quien deba ser calificado como el verdadero padre de la distopía. Zamiatin fue el segundo en hacerlo.

Algo que resulta indefectible es lo que ambos autores tienen en común: su vinculación con el movimiento bolchevique, y la publicación de ambas obras como forma de publicitar su ideología. Tanto London como Zamiatin conciben el Estado antiutópico como el pináculo del capitalismo en el sentido leninista: el imperio mundial. “Un Mundo Feliz”, comparte esta característica con ambas obras. De hecho, Huxley llama sin ambages a su imperio antiutópico como “Estado mundial”. “1984”, por su parte, al estar fuertemente influenciada por el auge de bloques ideológicamente contrapuestos que terminarán por chocar entre sí en la Segunda Guerra Mundial, presentará no uno, sino tres imperios en continua lucha por la dominación mundial.

Otro aspecto que Zamiatin y London también tendrán en común en sus novelas distópicas es el destino del imperio mundial. Mientras que Huxley y Orwell auguran un destino mucho más siniestro, los padres de la distopía confían en mostrar la distopía como una etapa, más que el final del camino. La distopía para ellos es lo que está mal en el mundo, mientras que en las obras posteriores y especialmente a medida que el subgénero cyberpunk se abra paso, las novelas distópicas van a poner su enfoque en los personajes como elementos disidentes, que se rebelan contra el sistema sin percatarse de la futilidad de sus esfuerzos.

En gran medida, esto refleja el ascenso y caída de la propia ideología comunista. Mientras que los primeros autores confían en su triunfo, y en que el proletariado triunfará en su victoria contra el imperio opresor; en los años setenta y ochenta, quienes toman el relevo generacional lo hacen sin la esperanza de que esto vaya a suceder: el imperio opresor no puede ser derrotado en sus obras. Los protagonistas son a menudo los únicos conscientes de la opresión a la que están sometidos y viven como víctimas de la alienación y la marginación por sus pares. Con todo ello, esto no será el fin de la novela distópica. La desigualdad entre ricos y pobres, la supremacía del neoliberalismo y en general los shocks sistémicos que la caída de la Unión Soviética va a provocar en el mundo pueden considerarse el germen de la novela distópica del siglo XXI, de la cual hablaré en una futura ocasión.